En su mensaje, el Santo Padre pidió el fin de los conflictos en Siria, Israel y Palestina, Libia, Sudán y Sudán del Sur, y Ucrania. En este sentido, recordó que “Cristo vive y se queda con nosotros. Muestra la luz de su rostro de Resucitado y no abandona a los que se encuentran en el momento de la prueba, en el dolor y en el luto”. Por eso, pidió que “sea esperanza para el amado pueblo sirio, víctima de un conflicto que continúa y amenaza con hacernos caer en la resignación e incluso en la indiferencia”. También en Oriente Medio, realizó una mención especial “para la gente de Yemen, sobre todo para los niños, exhaustos por el hambre y la guerra”. Además, solicitó a israelíes y palestinos “aliviar tanto sufrimiento y a buscar un futuro de paz y estabilidad”. En este sentido, animó a los cristianos de Oriente Medio a no dejar “de dar testimonio con paciente perseverancia del Señor resucitado y de la victoria de la vida sobre la muerte”. Asimismo, se refirió también a los conflictos que afligen al continente africano, empezando por Libia, “donde en las últimas semanas personas indefensas vuelven a morir y muchas familias se ven obligadas a abandonar sus hogares. Insto a las partes implicadas a que elijan el diálogo en lugar de la opresión, evitando que se abran de nuevo las heridas provocadas por una década de conflicto e inestabilidad política”. Rogó también por la paz en otros países africanos “lleno todavía de tensiones sociales, conflictos y, a veces, extremismos violentos que dejan inseguridad, destrucción y muerte, especialmente en Burkina Faso, Mali, Níger, Nigeria y Camerún”. En especial, “en Sudán, que está atravesando un momento de incertidumbre política y en donde espero que todas las reclamaciones sean escuchadas y todos se esfuercen en hacer que el país consiga la libertad, el desarrollo y el bienestar al que aspira desde hace mucho tiempo”. Pidió también por las autoridades civiles y religiosas de Sudán del Sur, para que “que se abra una nueva página en la historia del país, en la que todos los actores políticos, sociales y religiosos se comprometan activamente por el bien común y la reconciliación de la nación”. A continuación, el Papa realizó un nuevo salto geográfico y se trasladó a Europa oriental, en concreto, a las regiones del este de Ucrania, cuyos habitantes “siguen sufriendo el conflicto todavía en curso, encuentren consuelo en esta Pascua. Que el Señor aliente las iniciativas humanitarias y las que buscan conseguir una paz duradera”. Después, dirigió su mirada al continente americano, afectado por “situaciones políticas y económicas difíciles”. “Pienso en particular en el pueblo venezolano: en tantas personas carentes de las condiciones mínimas para llevar una vida digna y segura, debido a una crisis que continúa y se agrava”. Por último, pidió que “el Señor resucitado ilumine los esfuerzos que se están realizando en Nicaragua para encontrar lo antes posible una solución pacífica y negociada en beneficio de todos los nicaragüenses”. Fuente ACIPRENSA